Celia Olmedo, oriunda del departamento de Canindeyú, una joven ingeniera agropecuaria de 27 años, ha encontrado en la producción avícola no solo su pasión, sino también su salvación económica y emocional. Su interés por este campo nació cuando tenía apenas cinco años. “Mi mamá me preparaba en una cajita de cartón 10 pollitos y yo empecé a alimentar y criarles”, recuerda Celia.
Sin embargo, la vida de Celia no ha sido fácil. La pérdida de su madre cuando tenía diez años la obligó a asumir responsabilidades laborales desde temprana edad, trabajando en diferentes rubros hasta finalizar sus estudios. Gracias a una beca, logró ingresar a la Facultad de Ingeniería Agropecuaria, donde retomó su sueño de trabajar con las aves.
El momento en que su vida cambio fue en 2022, cuando la ingeniera Elizabeth me habló sobre el CEPAG (Centro de Estudios Paraguayos Padre Antonio Guasch) y su esposo el Ing. Federico Pereira, que es coordinador de la regional en Canindeyú. Aunque su gallinero inicial era precario, la ayuda de CEPAG y su equipo técnico fue fundamental para el desarrollo del proyecto. El progreso fue evidente desde que los técnicos empezaron a ayudarle, “cada vez que ellos venían, veían progreso, siempre algo nuevo”, señala Celia. Su producción creció, no solo en cantidad, sino en diversidad. Se fortaleció su huerta, introdujo la producción de queso y cría de cerdos.
La motivación y el apoyo de los técnicos de CEPAG, especialmente de uno en particular, fueron cruciales para no rendirse durante los momentos difíciles. “Y en ese momento él me apoyó muchísimo para que no me rinda y para que siga adelante. Y ahora estoy muy feliz y muy agradecida también con él, porque gracias a eso yo pude tener más motivación, porque eso es muchas veces importante, el tema espiritual, uno tiene que estar fuerte espiritualmente, ser optimista”, expresa agradecida.
El impacto social del apoyo de CEPAG en la vida de Celia fue significativo. “Yo antes de eso, aparte de que ya estaba terminando la facultad, me sentía un poco desmotivada… con los cursos yo ya me sentía muy feliz porque me alzaba la autoestima”, afirma. La llegada de los materiales necesarios para su producción, justo cuando ella había dado recién a luz a su primer hijo, fue un momento de gran alegría y alivio.
Hoy, Celia maneja su producción desde casa, lo que le permite cuidar de su bebé y mantener la economía del hogar. La producción ha crecido tanto que ya no es un problema encontrar compradores. “Los clientes por arte de magia, Dios existe… fueron llegando hasta acá y me preguntaban si tenía huevos”, relata con entusiasmo. La confianza y el optimismo inculcados por los técnicos de CEPAG han sido fundamentales para su éxito.
La historia de Celia Olmedo es un testimonio de resiliencia
y superación, una heroína anónima, un
ejemplo de cómo el apoyo adecuado y la perseverancia pueden transformar vidas.
“El impacto social que tuvo en mi vida CEPAG fue muy grande… con esto yo
ya trabajo desde casa, yo cuando estaba embarazada por eso ya deje mi trabajo,
ya deje de trabajar en otro lado, y me quede netamente acá. Porque antes del
CEPAG la poca producción que tenia de las gallinas no podía solventar los
gastos de la casa y ni tampoco iba a poder el de mi hijo, y con CEPAG eso
cambio todito”, concluye Celia, orgullosa de lo que ha logrado.